De originarios y originales

Paul Gauguin nació en París en 1848 aunque pasó muy poco tiempo cerca de la Torre Eiffel. Su madre, viuda, se lo llevó a vivir a Perú antes de cumplir el año de vida a la casa de una familia limeña amiga. Y de Perú no se olvidó más. Ahí vivió hasta los 6 años, y según leí en distintas biografías, el artista siempre tuvo muy presente a su Lima cuasi natal y se mostró con ganas de volver en repetidas ocasiones. Está bien, eso no ocurrió, pero sigan leyendo...

Gauguin comenzó a pintar a los 35 años, luego viajar por el mundo durante los años de su juventud gracias a su trabajo como piloto de un mercante y formar una familia de cinco hijos. En 1871 regresó a París y a los pocos años comenzó a trabajar como ayudante del artista Pissarro y a tomar clases de pintura con él.

Pero fue en 1886 cuando se combinan dos sucesos que cambian de forma radical el rumbo de su obra. Por un lado, conoce a Van Gogh, quien lo inspira y motiva a pintar sus inquietudes vitales, miedos, dolores y pasiones. Por otro, Gauguin había estado viviendo unos meses en la colonia francesa de la Martinica, la isla del Caribe ocupada por los franceses desde mediados del s.XVII, donde se le despertó el interés por las tradiciones de lo puelbos originarios del lugar.

Con la estadía en Tahití y las Islas Marquesas (Polinesia Francesa), desde 1891 hasta su muerte en 1903, el interés por la vida de la comunidades originarias se intensificó a tal punto que decidió convertirse en defensor de las tradiciones indígenas a través del compromiso de difundirlas en sus distintas creaciones.

Y colorín, colorado, este lunes ya está cocinado. Arriba!