Paul Cézanne nace en un pequeño pueblito de Francia llamado Aix-en-Provence en el año 1839. Su padre era un tipo de dinero y a él -en términos vil metaleros- nunca le faltó nada. Estudió unos años la carrera de Derecho para darle el gusto a la flia, pero la dejó por la mitad. En 1861 se muda a París, donde vive un tiempo, se codea con impresionistas, se hace amigo, se pelea, se aleja, se vuelca para dentro, se acerca a él y se pregunta (en mis palabras, claro): dónde está la esencia de la realidad y de las cosas…
"El dibujo y el color no son diferentes, a medida que se pinta se va dibujando; cuanto más armonioso es el color, más se precisa el dibujo. Cuando el color es más rico, la forma está en plenitud. Los contrastes y la relación de las formas constituyen el secreto del dibujo y del contorno. La línea y el modelado no existen. El dibujo es producido por el contraste o por la relación de los tonos. El dibujo sin colores es una abstracción. Dibujo y color no son diferentes. En la naturaleza todo tiene color", consideró Cézanne en uno de sus picos introspectivos.
Su propósito era resaltar la forma con el color en vez de diluirla, como a su juicio, lo hacían los impresionistas de los que se había alejado. Leí que buscaba una manera de pintar que respondiera a la esencia de la realidad. Quería encontrar las formas más genuinas, por eso su ojo se detuvo cuando llegó a la mismísima naturaleza. Y ahí encontró todo: figuras geométricas, la esfera, el prisma, la pirámide, etc. Luego de contemplarlas días enteros, plasmó el fruto de su observación en el lienzo. Listo el pollo.
Qué fácil que es relatar una vida, ¿no? … que lo parió. Sepan disculpar la brevedad, sólo se trata de un acercamiento a este groso. Muchos lo reconocen como uno de los principales exponente del posimpresionismo y, así mismo, gran precursor del arte cubista.
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